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Los ojos del mundo están puestos en Río de Janeiro. Nuestras esperanzas también. Veinte años después de la histórica conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la comunidad internacional se reunirá de nuevo. Políticos, diplomáticos y negociadores se congregarán para revisar -¡esperemos!- y fortalecer sus compromisos políticos en favor del desarrollo sostenible, teniendo en cuenta los nuevos desafíos del siglo XXI.

Las decisiones que se tomen afectarán a cada una de los 7 mil millones de personas que viven en nuestro planeta, para bien o para mal. Pero en Río de Janeiro… ¿se acordarán los negociadores del padre gitano que conocí en Eslovenia, cuya hija dejó de acudir a la escuela porque olía mal ya que la familia no tenía agua en su casa? ¿Se acordarán de la joven que conocí en Senegal, que me contó que no podía ir a la escuela cuando estaba menstruando porque no había baños para las niñas? ¿Se acordarán de la mujer que conocí en Uruguay que vaciaba el contenido del foso séptico con sus propias manos pues no tenía dinero para contratar a los profesionales que lo hacen con extractores mecánicos?

Yo sí me acordaré, como también me acuerdo constantemente de que cada día 1.100 millones de personas se ven obligadas a defecar al aire libre, sin privacidad ni dignidad, y que cada 20 segundos un niño muere por enfermedades relacionadas con la mala calidad del agua y del saneamiento.

Hace ya veinte años que el famoso Programa 21 establecía como uno de los objetivos para eliminar la pobreza, proporcionar agua y saneamiento a los más pobres. Desde entonces se han producido importantes avances en este área, de hecho muchos documentos políticos internacionales se refieren al agua y al saneamiento como un objetivo central para el desarrollo humano. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) aspiran a reducir a la mitad la cantidad de personas sin acceso al agua y al saneamiento.

Sin embargo, a pesar de los avances alcanzados, sabemos que no se han beneficiado las personas que deben ser nuestra prioridad: los más pobres y excluidos. En las visitas que realizo por todo el mundo en calidad de Relatora Especial de la ONU, desafortunadamente he constatado que a pesar de que muchas personas tienen acceso al agua o al saneamiento, un gran número de ellas no pueden utilizar estos servicios ya que son demasiado caros, están demasiado lejos o no son seguros. Recuerdo claramente un grupo de mujeres africanas que me decían «¡las cuentas de agua nos están matando!». O a las inmigrantes mexicanas en California, que me explicaban que el agua de sus pozos contaminados estaba literalmente matándolas poco a poco. ¡Estas situaciones deben cambiar urgentemente!

En 2010, la Asamblea General de la ONU reconoció el agua potable y el saneamiento como un derecho humano. Esto quiere decir que existe voluntad política para ir más lejos. Hay conciencia de que tenemos el deber de garantizar el agua y el saneamiento para todos, dando prioridad a los pobres y marginados, y de que estos servicios deben ser seguros, asequibles y estar cerca, o dentro, de las casas de las personas a las que queremos llegar.

La Cumbre de Río+20 tiene la oportunidad histórica de volverse relevante para todos, especialmente para esas personas que mencioné anteriormente, que no se han beneficiado de los progresos alcanzados en las últimas décadas en cuanto al acceso al agua y saneamiento, y que siguen muriendo todos los días simplemente porque el agua que beben no es segura.

¿Cómo se puede lograr este objetivo en la Cumbre Río +20? Teniendo en cuenta en Brasil y en Río de Janeiro las voces de las personas que han sido sistemáticamente olvidadas o ignoradas en otras conferencias internacionales. Colocando los principios de derechos humanos en la columna vertebral de la Declaración Final de la Conferencia. Recordando las historias que menciono aquí. No renegociando o menoscabando lo que ya se ha reafirmado en la ONU hace dos años: que el agua y el saneamiento son derechos humanos, y que todo el mundo, incluso los más desfavorecidos, deben beneficiarse de ellos. Punto final.

¿Por qué me parece que esto es de suma importancia? Porque los derechos humanos son el pasaporte y la garantía de que las políticas se conciben y se implementan con el fin de dar prioridad a los más excluidos. En el caso del agua y el saneamiento, los derechos humanos requieren que el acceso sea también para todos, que los servicios sean de calidad y seguros, y que tengan un precio asequible.

No se olviden de estos derechos y de estas personas. Yo no los olvidaré.

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BIOGRAFÍA:

Catarina de Albuquerque (Portugal) es la primera Relatora Especial de Naciones Unidas para el agua y el saneamiento. Ha sido nombrada por el Consejo de Derechos Humanos en 2008. Se le concedió la Orden del Mérito por el Presidente de Portugal y recibió la Medalla de Oro para los Derechos Humanos por el Parlamento portugués. www.ohchr.org / srwaterandsanitation

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