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Desde el establecimiento de las Naciones Unidas hace más de 60 años, se han producido importantes avances en la creación e implementación de un sistema universal de derechos humanos – derechos que son, según la legislación internacional, aplicables a cada uno de nosotros: ancianos y jóvenes, hombres y mujeres, ricos y pobres, sin importar quiénes somos o de dónde somos.

Conocemos los nombres de quienes han cambiado la historia de los derechos humanos: quienes estuvieron en la vanguardia de la lucha para abolir la esclavitud, como William Wilberforce; quienes fraguaron los principales avances en los derechos de las mujeres, como Gloria Steinem, Huda Shaarawi y Simone de Beauvoir. También conocemos a quienes se enfrentaron a la injusticia del colonialismo, como Mahatma Gandhi, y quienes – como Martin Luther King, Nelson Mandela y Rigoberta Menchu – hicieron campaña para poner fin al racismo institucionalizado y la discriminación de las minorías y los pueblos indígenas.

Pero estas figuras inspiradoras no hubieran podido hacer lo que hicieron sin la ayuda de muchos otros cuyos nombres no conocemos. Los esfuerzos para poner fin a la esclavitud duraron 1000 años, y aún continúan con adultos y niños con los que se trafica para explotarlos sexualmente y forzarlos a trabajar. Después de una colosal lucha de más de 150 años, las mujeres se han ganado el derecho al voto en casi todo el mundo, pero todavía carecen de muchos otros derechos fundamentales.

Le debemos el progreso que hemos logrado a los enormes esfuerzos de cientos de miles de héroes en gran medida olvidados, conocidos colectivamente como defensores de los derechos humanos.

Los defensores de los derechos humanos provienen de todas las esferas de la sociedad, desde princesas y políticos hasta profesionales como periodistas, maestros y doctores, así como personas con poca o ninguna educación formal. No existen calificaciones especiales. Todo lo que se necesita es compromiso y coraje.

Todos podemos ser defensores de los derechos humanos y – dado lo mucho que debemos a otros por los derechos que muchos de nosotros damos ahora por sentado – todos deberíamos serlo. Al menos, debemos esforzarnos al máximo para apoyar a quienes sí defienden los derechos humanos. Todos los años, miles de defensores de los derechos humanos son acosados, abusados, encarcelados injustamente y asesinados. Es por eso que el Día de los Derechos Humanos de 2010 está dedicado a los Defensores de los Derechos Humanos y a su valiente lucha para poner fin a todos los tipos de discriminación. Necesitamos defender sus derechos al igual que ellos defienden los nuestros.

Algunos de quienes están detenidos injustamente se convierten en el centro de los esfuerzos internacionales para lograr su liberación. Esta atención puede darles una medida significativa de protección física, incluso cuando no siempre se logra su rápida liberación. Pero la mayoría de los detenidos por autoridades represivas languidecen en gran parte desapercibidos en las prisiones, bajo arresto domiciliario, en ‘centros de reeducación.’ A menudo sus familias también son acosadas.

Algunos de los que han sido asesinados – como la periodista rusa Anna Politkovskaya, abatida frente a su apartamento en 2006, y Floribert Chebeya Bahizire, el defensor congolés de los derechos humanos encontrado muerto en su auto a principios de este año – son recordados y venerados. Pero muchos de los defensores menos conocidos que son asesinados por creer en los derechos humanos continúan siendo desconocidos para el resto del mundo.

El trabajo de los defensores de los derechos humanos es tan vital actualmente como lo ha sido siempre, porque cada día, cientos de millones de individuos todavía son víctimas directas o indirectas de alguna forma de discriminación.

Existen aproximadamente 370 millones de indígenas en el mundo, una gran mayoría de ellos enfrentan la discriminación. Incluso en el mundo desarrollado, la esperanza de vida de algunos grupos de niños indígenas es de hasta 20 años menos que la de los niños no indígenas.

Las minorías sufren disparidades similares. En América Latina, por ejemplo, los aproximadamente 150 millones de personas de ascendencia africana tienden a estar atrapados en la pobreza en un grado mucho mayor que otros sectores de la población. Igualmente, de los cerca de 650 millones de personas discapacitadas, más de dos tercios (426 millones) viven por debajo de la línea de pobreza en los países en desarrollo.

Las mujeres – la mitad de la población mundial – todavía enfrentan una discriminación desenfrenada en algunas sociedades y formas más sutiles en otras. Una de las más alarmantes de muchas estadísticas deprimentes al respecto es que el 70 por ciento de los 70 a 100 millones de niños que no asisten a la escuela son niñas.

Cerca de 100 millones de personas son arrastradas a la pobreza cada año porque tienen que pagar los servicios de salud. En muchos países, los niños de hogares pobres tienen 10 veces menos probabilidades de ser vacunados que aquéllos cuyos padres tienen una mejor situación económica, y las mujeres pobres tienen 20 veces menos probabilidades que el 20 por ciento de las mujeres más ricas de dar a luz en presencia de personal médico capaz de salvarles la vida.

Los más de 20 millones de migrantes en todo el mundo, especialmente los migrantes irregulares e indocumentados, enfrentan el racismo, la xenofobia y otras formas crónicas de discriminación, tanto en los países desarrollados como en las naciones en desarrollo.

Éstos son algunos de los desafíos desalentadores que enfrentan los defensores de los derechos humanos de hoy y de mañana. Deseo rendir tributo a su determinación desinteresada. Ellos trabajan infatigablemente en todos los problemas antes mencionados y muchos más – por ejemplo, la orientación sexual y los derechos de las personas sin patria, los ancianos y las personas que viven con el VIH.

Falta un importante grupo de estadísticas: no tenemos idea de cuántos defensores de los derechos humanos hay, o cuántos de ellos son intimidados, acosados, golpeados, encarcelados o asesinados cada año. Tampoco hemos logrado desarrollar métodos para medir sus éxitos, que a menudo son atribuidos a los políticos o los gobiernos que finalmente les escuchan o ceden ante sus presiones. Necesitamos hacer un trabajo mucho mejor para defender a nuestros defensores.

El siglo XXI es testigo del surgimiento de nuevas fuerzas económicas y políticas, que, al igual que otras antes que ellas, enfrentarán la responsabilidad de promover el desarrollo dentro y fuera del país, y a la vez ser responsables de sus actos. Los defensores de los derechos humanos desempeñarán un papel fundamental en este proceso al señalar las fallas y los beneficios en las políticas y medidas actuales y futuras. Sin embargo, a pesar de los beneficios que traen a la sociedad, en algunas partes del mundo enfrentan más acoso, persecución y restricciones en sus actividades, especialmente la libertad de expresión.

En este Día de los Derechos Humanos, exhorto a los Gobiernos a reconocer que la crítica no es un delito, y a liberar a quienes han sido detenidos por ejercer pacíficamente sus libertades fundamentales para defender los principios democráticos y los derechos humanos.

FIN

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