A medida que el número de casos de COVID-19 sigue aumentando rápidamente en Brasil, también lo hacen la polarización política y social, y los problemas de derechos humanos.
En el momento de escribir estas líneas, Brasil ha superado el millón y medio de casos y ha registrado más de 60.000 fallecimientos, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Se trata del segundo país más afectado del mundo, después de Estados Unidos.
Dalila Negreiros es una joven activista brasileña que fue titular de una beca de derechos humanos de las Naciones Unidas para afrodescendientes. Su organización, Nosso Coletivo Negro do DF [Nuestro Colectivo Negro de Brasilia], se ha propuesto promover la acción afirmativa en beneficio de estudiantes y obreros negros, y contribuir al debate y las decisiones políticas relativas a las estrategias para combatir el racismo.
Según Dalila, en Brasil el racismo ha agravado las consecuencias de la pandemia de COVID-19 y los negros se han visto afectados de manera más que proporcional. El reto de combatir el racismo en medio de tan extremas circunstancias ha sido enorme. En la entrevista que sigue, Dalila explica más detalladamente este asunto.
¿Qué le parece la respuesta que se ha dado en Brasil al COVID-19?
Cuando el COVID-19 empezó a propagarse en Brasil, esperamos a ver qué tipo de medidas el gobierno iba a tomar para proteger a los afrodescendientes en el país. Desde nuestro punto de vista, el COVID-19 no llegaba en el vacío. Ya padecíamos graves problemas y desigualdades raciales, de modo que esperábamos que la respuesta del gobierno tendría en cuenta nuestra situación.
Para decirlo en dos palabras, no fue así.
Uno de los problemas principales era y sigue siendo la difusión de información, ya que el gobierno federal y los gobiernos estatales se comunican de maneras muy distintas. Recibimos muchísima desinformación y los ministerios de Salud Pública y Economía emiten mensajes contradictorios. Y luego, el Presidente dice otra cosa.
La gente tiene que tomar su propia decisión sobre si debe o no seguir las orientaciones. Es como si las autoridades les pidiesen a las personas que decidan si tienen o no derecho a la vida.
¿De qué modo ha afectado el COVID-19 a la población negra de Brasil?
Le ha afectado de manera exponencial. La población negra de Brasil cuenta con menos protección social y nos enfrentamos a la discriminación de múltiples maneras.
En lo tocante a la atención médica, los negros brasileños están concentrados en zonas que cuentan con menos hospitales y donde hay mayores diferencias de calidad entre la atención pública y la privada. Los hospitales públicos están saturados y, sin embargo, los privados todavía disponen de espacio. Pero muchos negros carecen de los medios necesarios para recibir atención en instalaciones privadas.
Los datos sobre la pandemia que el gobierno difunde no son exactos, de modo que todavía no conocemos las verdaderas dimensiones de la catástrofe. Un estudio realizado recientemente por la Universidad Católica de Río de Janeiro indica que los negros y los pobres tienen tres veces más probabilidades de morir a causa del COVID-19.
En Brasil, el sector de la economía informal es muy amplio y la mayoría de sus empleados son trabajadores negros. El empleo doméstico, por ejemplo, se ha visto sumamente afectado. A menudo esos trabajadores carecen de toda protección social y se han producido muchos despidos. Esas personas se quedan sin nada y ni siquiera tienen donde guardar cuarentena.
La primera mujer que falleció en Río de Janeiro, Cleonice Gonçalves, era una empleada de hogar a la que su patrono contagió del virus.
También hay muchas personas que trabajan en centralitas telefónicas atestadas, que atienden a los servicios de emergencia, y que ocultan que están infectadas por miedo a perder el empleo. Y luego están los vendedores ambulantes o los limpiadores de automóviles o muchas otras ocupaciones, que carecen por completo de la posibilidad de observar una cuarentena.
Además, hemos tenido casos de brutalidad policial con resultado de muerte. En mayo, un joven, João Pedro Mattos Pinto, fue asesinado en su propia casa durante la cuarentena. Y los informes indican que los negros tienen miedo de que la policía los arreste o incluso los mate en caso de que lleven una mascarilla.
Hay miles de personas sin hogar que esperan por las medidas que puedan aliviar su situación. La población sin techo en Brasil está compuesta de negros en un 70 por ciento. Algunos Estados han abierto albergues, pero el hacinamiento y la falta de saneamiento siguen siendo problemas importantes. El gobierno federal ha prometido que otorgará ayuda financiera a la población necesitada, pero hay miles que todavía esperan por el primer pago.
¿Qué medidas recomiendan ustedes al gobierno para aliviar la situación?
Mi organización y yo hemos pedido al gobierno que se ocupe de varias prioridades: que proporcione información coherente; que ofrezca datos fiables; que mejore urgentemente el acceso al agua potable y los saneamientos; que facilite alojamiento seguro a las personas sin hogar y que dé protección social adecuada a los trabajadores informales, de modo que también ellos tengan la posibilidad de observar una cuarentena.
¿Ven ustedes ejemplos de solidaridad en medio de esta crisis?
Mucha gente lleva a cabo auténticas hazañas. Hay organizaciones que proporcionan ayuda económica a las mujeres que viven en las favelas de las grandes ciudades; hay gente que reparte alimentos a las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad y algunas organizaciones realizan una gran labor para mejorar los saneamientos en las comunidades más necesitadas.
¿Considera usted que su lucha contra la desigualdad racial está dando resultados?
En los últimos 20 años, nuestro logro más importante en la lucha contra el racismo ha sido que Brasil reconozca la necesidad de aplicar medidas para combatir la desigualdad racial. Pero, por desgracia, este sistema de “protección”, que era bastante endeble, ha perdido casi toda su eficacia.
Como parte de la población negra de Brasil, seguimos haciendo frente a la brutalidad policial, seguimos afrontando la desigualdad de muchas maneras. Y ahora, nos enfrentamos además al hambre, la pobreza y el COVID-19.
Los problemas no cesan.
Es aterrador. A veces me siento particularmente angustiada, a veces, pierdo la esperanza. Pero entonces recurro a la historia y recuerdo que la consecución de los derechos humanos no es un camino de rosas. Esos derechos se han conquistado a través de múltiples combates, e incluso en los peores momentos, nos congregamos para analizar las alternativas y concebir utopías.
Y vamos a seguir luchando.
Exención de responsabilidades: Las opiniones, informaciones y puntos de vista expresados en este artículo son los de la persona entrevistada y no reflejan necesariamente la política oficial ni las posiciones de la Oficina del ACNUDH.
Vídeo (disponible en inglés)
Fuente: ONU Derechos Humanos
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