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“Juntos, hemos recorrido un muy largo camino. Juntos, hemos viajado para llegar a un destino común. Aquel destino común hacia el cual estuvimos avanzando define la mera razón de la existencia de esta organización mundial. El objetivo que estuvimos tratando de alcanzar es el cumplimiento del deseo de toda la humanidad de dignidad humana.” Nelson Mandela, dirigiéndose a la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 1993.

Nelson Mandela, fallecido a los 95 años, pasó 27 años en prisión en Sudáfrica tras haber sido acusado y condenado con 7 otras personas a cadena perpetua. Rechazó propuestas de liberación anticipada puesto que estaban sujetas a condiciones. En 1990, cuando finalmente salió libre de la prisión de Pollsmoor, la BBC reportó una multitud bailando por las calles e informó que 50.000 personas se habían juntado delante del ayuntamiento de Ciudad del Cabo para escucharlo hablar.

La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, compatriota sudafricana criada durante el periodo del apartheid, recuerda este momento: “Cuando salió, los sentimientos iban derramándose, llenos de odio, discriminación, ansias de venganza. Sin embargo, él dio la vuelta a esta situación con palabras sencillas y que todos podían entender. Tiren sus lanzas y pistolas al mar. Nunca tendremos más racismo en este país, dijo. No había venganza – derechos humanos para todos, respeto de todas las libertades fundamentales. Éste era su mensaje.”

A los 71 (edad a la cual fue liberado), persistió en su voluntad de poner fin al sistema del apartheid. “Les saludo a todos en nombre de la paz, de la democracia y de la libertad para todos” dijo Mandela en su discurso dirigido a sus partidarios. Agradeció a todos los que habían hecho campaña por su liberación tanto en Sudáfrica como en el extranjero y puso “los años restantes de mi vida en sus manos”.

Una vida extraordinaria

La suya fue una vida extraordinaria. Nacido en 1918 en un pequeño pueblo en el cabo oriental de Sudáfrica, Rolihlahla Dalibhunga (el nombre inglés “Mandela” le fue dado por un profesor) estudió derecho en la Universidad Afrikaner Witswaterand, ingresó al Congreso Nacional Africano (ANC) y empezó muy temprano a defender una reforma política y social.

En 1952, creó un despacho de abogados con Oliver Tambo, que iba a ser luego presidente del ANC, y juntos se comprometieron para el cambio. Al empeorarse las relaciones entre el régimen defensor de la supremacía blanca y la mayoría negra, las medidas emprendidas para aplicar el apartheid se volvieron más draconianas.

Tras el asesinato de más de 60 personas que protestaban fuera de la comisaría de Sharpeville contra las leyes de pases nacionales, el ANC fue declarado ilegal en 1960. En efecto, las leyes de pases impedían que los negros y blancos se mezclaran y restringía ampliamente la circulación de los que no eran blancos.

La masacre de Sharpeville, como llegó a conocerse, fue un momento crítico en la lucha contra el apartheid, señalando el final de la resistencia pacífica mediante la decisión por parte del liderazgo del ANC de recurrir al sabotaje para obtener cambios.

Mandela fue arrestado en 1962 y condenado a 5 años de prisión por salir ilegalmente del país y por incitar a trabajadores a ponerse en huelga. Sin embargo, en 1963, el gobierno le imputó más cargos, pudiendo suponer incluso la pena de muerte: sabotaje, alta traición y conspiración para derrocar al poder.

Uno de sus discursos más conocidos es el que pronunció desde el muelle durante el inicio de su juicio en 1964. Tras describir la lucha del ANC como una “lucha para el derecho a la vida”, Mandela luego definió su papel: “Durante mi vida, me he dedicado a esta lucha para el pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca, y he luchado contra la dominación negra. He anhelado el ideal de una sociedad democrática y libre en la cual cada persona vive junta en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el cual espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal para el cual estoy dispuesto a morir.”

Mandela fue condenado a cadena perpetua. No obstante, pese a que no se le podía ver o escuchar, el ANC centró su campaña contra el apartheid en él y reclamó su liberación. La comunidad internacional contestó imponiendo sanciones contra el régimen surafricano, el cual sucumbió finalmente a la presión. El presidente FW de Klerk liberó a Mandela, anuló la prohibición del ANC y emprendió el proceso de crear una democracia multirracial.

Mandela fue posteriormente premiado con el Premio Nobel y fue el primer presidente negro de Sudáfrica en 1994.

Como presidente, defendió los ideales y los principios que proclamó durante su juicio y su detención, y siguió tendiendo puentes para poner fin a las divisiones raciales. Apoyó la lucha contra el apartheid en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se dedicó su libertad, una vez lograda, al cumplimiento de la Declaración.

Mandela supervisó la transformación de Sudáfrica pasando de un Estado apartheid que servía los intereses de una minoría a uno que se concentra en las necesidades de todos los ciudadanos, sin discriminación alguna. Además, empezó el proceso gradual de construcción de una nación arcoíris. Reconoció la importancia crucial de una justicia independiente como bastión de la democracia y subrayó que el futuro de la democracia surafricana dependía de la entonces nuevamente creada Corte Constitucional.

Pillay añade que Mandela apoyó activamente los derechos de la Mujer. El primer presidente del Parlamento multirracial fue una mujer. Pillay fue, ella misma, elegida por Mandela y fue designada la primera mujer no blanca de la Corte Suprema por él. La Alta Comisionada dice que le da mucha felicidad recordar aquello y pensar en Mandela como una persona que apoyó los derechos de la Mujer. “Uno tiene que entender que en esta época, tales nombramientos se enfrentaban a una fuerte resistencia por parte de gente que consideraba que las personas negras no estaban suficientemente preparadas para este tipo de responsabilidades” señala.

En 2009, las Naciones Unidas dieron un paso sin precedente al designar un Día Internacional para celebrar los logros y la estatura mundial de Nelson Mandela. La resolución del 18 de julio (fecha de cumpleaños de Mandela) que aprobó el Día reconoce su contribución excepcional a la creación de una Sudáfrica democrática, no racial y no sexista. Menciona sus valores y devoción al servicio de la humanidad, y describe su contribución a la lucha internacional para la democracia y a la promoción de una cultura de paz por todo el mundo.

“La mejor manera de rendirle homenaje por ser una inspiración para todos nosotros es la de aplicar sus valores y esforzarse por vivir de forma que se respete y promueva la libertad de los demás” dice Pillay.

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