24 de diciembre de 2019 – La noche del domingo 4 de agosto de 2019, Karina Pankievich dio un suspiro de alivio: la tolerancia había ganado.
Una facción conservadora del Parlamento Uruguayo inició un referéndum para derogar la «Ley Trans» de 2018, que garantiza los derechos de las personas transgénero. Se necesitaba la participación de 25 por ciento de los votantes elegibles para iniciar la anulación de la ley; ese domingo, menos de 10 por ciento de los votantes acudieron a las urnas.
Según Pankievich, presidenta de la Asociación Trans de Uruguay (ATRU), la noticia ayudó a salvaguardar uno de los mayores logros de su activismo. También le recordó una vez más el apoyo que ella y otros activistas tenían de otras organizaciones, de la comunidad y de las Naciones Unidas.
“Los logros los conseguimos y los vamos a defender. Nuestros derechos no se plebiscitan», aseguró Pankievich.
Para Mireia Villar-Forner, Coordinadora Residente de la ONU en Uruguay, el rechazo a la derogación de la ley fue una victoria. La Oficina de Naciones Unidas en Uruguay había trabajado en estrecha colaboración con la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para América del Sur sobre las implicancias legales de dicha anulación, y expresó públicamente su preocupación en la prensa local.
«Nos interesaba que esta ley, que se había logrado con tanto esfuerzo, fuera valorada», dijo. “Es una ley que busca la equidad y la igualdad para todos los ciudadanos en Uruguay y nos pareció relevante (…) informar a todos sobre la importancia de no retroceder».
30 años como activista
Pankievich se mudó a Montevideo desde una ciudad del interior a los 13 años, y desde los 15 años fue trabajadora sexual, coincidiendo con los años de la dictadura en Uruguay. La violencia, tanto piscológica como física, y la represión que enfrentó la llevaron a abandonar el país por muchos años, viviendo en Argentina y Brasil.
Sin embargo, Pankievich sabía que tenía que volver a casa, dejar de lado el dolor y las heridas, si quería marcar la diferencia en su vida y en la de los demás.
«Después de un tiempo, me di cuenta de que guardar rencor me iba a hacer daño», afirmó. «Recuerdo todas las cosas que sucedieron, pero trato lo más posible de dejarlas en el pasado, porque creo que el resentimiento no te lleva a ninguna parte».
Regresó a Uruguay en 1985 y descubrió que más integrantes de la comunidad LGBTI querían defender sus derechos humanos, pero tenían miedo. Pankievich trabajó con otras personas en la comunidad trans y ayudó a fundar ATRU ese mismo año, enfocándose en capacitar, apoyar y movilizar activistas para promover y defender sus derechos. Hoy, ATRU es una red de grupos de derechos trans en todo el país y se extiende a otros países de América del Sur.
Uno de los mayores éxitos de la organización ha sido la Marcha de la Diversidad, que celebra anualmente la comunidad LGBTI del país. Cuando comenzó la marcha en 1992, Pankievich señaló que «solo éramos tres o cuatro activistas asustados con las caras tapadas». La marcha de este año en septiembre reunió a 130 mil personas celebrando y caminando por las calles de Montevideo, coreando ‘el amor es amor’».
Libres e iguales
Y las conquistas continuaron para la población transgénero de Uruguay. En 2016, el país realizó su primer censo de personas trans donde se reconoció a unas 900 personas trans autoidentificadas en el país. El censo también puso de manifiesto una
terrible realidad: si bien la esperanza de vida del país es de 77 años, para las poblaciones trans era de 35.
En 2018, la comunidad trans en Uruguay recibió un impulso aún mayor, una ley que garantizaba sus derechos. La «Ley Trans» reconoce los derechos de las personas transgénero a acceder al cambio de identidad y de género, que pagaría el Estado junto con los tratamientos hormonales. La ley también garantiza a una cuota mínima de personas transgénero se les dé trabajo público en los próximos 15 años.
La asesora de derechos humanos de la ONU, Graciela Dede, que trabaja en la oficina de la Coordinadora Residente en Uruguay, manifestó que es esencial encontrar la mejor manera de apoyar a la comunidad LGBTI para acceder a recursos y reparación en términos de derechos humanos. Para hacer esto, ha sido fundamental trabajar con activistas como Pankievich.
«Para nosotros es esencial realizar un análisis de los derechos con este grupo en particular, que es un colectivo no homogéneo (…) que es diferente y diverso», comentó.
Por su continuo trabajo en nombre de la comunidad LGBTI en Uruguay, Pankievich fue reconocida en diciembre como Ciudadana Ilustre de Montevideo, la primera persona trans en recibir tal honor. La distinción reconoce su compromiso en nombre de la comunidad y su contribución para ayudar a todos los ciudadanos a ver la belleza en la diversidad.
«Todos somos seres de este universo», dijo Pankievich. «Lo único que necesitamos es comenzar a conocernos y saber cómo vivir juntos, respetarnos (…) y para eso trabajo todo el año, día tras día».
Pankievich habla en este video de su trabajo sobre los derechos de las personas transgénero
Fuente: ONU Derechos Humanos
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