La vitalidad, el dinamismo y la creatividad de las personas y comunidades LGBTIQ+ de todo el mundo enriquecen maravillosamente nuestras sociedades.
Y la solidaridad de comunidades más amplias -familiares, amigos, grupos de empleados y estudiantes, organizaciones de la sociedad civil, abogados y muchos otros- me ha conmovido profundamente.
Estamos unidos por la compasión, la justicia y una humanidad compartida.
Este sentimiento de comunidad ha sido fundamental para lograr importantes avances en la garantía de los derechos de las personas LGBTIQ+ en muchos países, por ejemplo, en lo que respecta a la despenalización de las relaciones sexuales consentidas entre personas del mismo sexo, la adopción de leyes contra la discriminación y el reconocimiento de la identidad de género y la igualdad matrimonial.
En varios países, los niños intersexuales están ahora mejor protegidos frente a prácticas nocivas.
Y se ha producido un aumento constante de la concienciación pública y del apoyo a los derechos de las personas LGBTIQ+.
Sin embargo, al conmemorar el Día Internacional contra la Homofobia, la Bifobia y la Transfobia, los retos son considerables.
La violencia y la discriminación están muy extendidas en todas las regiones.
Algunos políticos y dirigentes difunden una retórica de odio contra las personas LGBTIQ+ y enfrentan a unos grupos con otros para dividir y distraer.
Esta intolerancia y este odio se ven a menudo amplificados por invectivas despiadadas y desinformación en plataformas de medios sociales mal reguladas.
Y también vemos nuevas leyes discriminatorias que coartan la libertad de expresión, de reunión pacífica y de asociación de las personas LGBTIQ+, por ejemplo, prohibiendo las marchas del Orgullo y censurando los materiales educativos.
Se trata de una campaña concertada para convertir algo fundamentalmente humano -quiénes somos y a quién amamos- en una guerra cultural.
Todos debemos oponernos a estas tendencias y proteger a las personas LGBTIQ+ de la violencia y la discriminación en todos los sectores de la sociedad.
Los Estados y las empresas tecnológicas tienen una responsabilidad especial a la hora de combatir la incitación al odio contra las personas LGBTIQ+ y salvaguardar el espacio para el diálogo y el debate.
Y a medida que los derechos humanos en general son objeto de ataques, es esencial que la comunidad LGBTIQ+ haga causa común con otras comunidades que trabajan por la dignidad y la igualdad.
La solidaridad es crucial para evitar la trampa de la división y la polarización.
Nunca cederemos en nuestros esfuerzos por los derechos humanos y la dignidad de todos, en todas partes.
Las personas y comunidades LGBTIQ+ tienen todo mi apoyo y el de mi Oficina.
FIN