26 de noviembre de 2019 – Son valientes, inflexibles, críticos con el poder y hablan sin tapujos… O bien son intrépidos, injustos, sesgados y manipuladores. Héroes para unos, villanos para otros, estas son algunas de las expresiones y adjetivos que se han usado en algún momento para describir el trabajo de los expertos del Consejo de Derechos Humanos repartidos por todo el mundo cuando investigan, consultan o recopilan información.
No cobran nada por decir la verdad al poder. Son los relatores especiales o expertos independientes* de la ONU, personas que a menudo se ven atrapadas en la encrucijada de la política nacional o internacional.
Su labor es independiente de los Gobiernos e instituciones, incluso del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que los nombra, y desempeñan un papel de investigación único que les permite arrojar luz sobre las presuntas violaciones de estas garantías fundamentales perpetradas en todo el mundo.
El mandato de los expertos consiste en “informar y asesorar”, tanto como especialistas centrados en formas específicas de los abusos de los derechos humanos, como la tortura, la trata de personas o la violación de la intimidad, como para conducir investigaciones específicas en los países.
Oficialmente forman parte de los Procedimientos Especiales del Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra, cuyos miembros son elegidos por la Asamblea General, pero desempeñan su labor de forma voluntaria, no forman parte del personal de la ONU, ni reciben compensación económica.
Cada año, los relatores especiales acuden a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York durante el mes de octubre para informar a la Asamblea General sobre sus conclusiones.
Durante las últimas semanas, Noticias ONU ha hablado con alguno de estos expertos sobre qué les impulsa a hacer su trabajo que a menudo comporta criticar a Estados u otras instituciones poderosas en representación de las personas más vulnerables de todo el mundo.
No podemos permitirnos el lujo de permanecer en silencio
Ya sea por investigar sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi o condenar la detención del fundador de Wikileaks, Julian Assange, Agnès Callamard, relatora especial sobre ejecuciones extrajudiciales, está presente habitualmente en las noticias de todo el mundo.
Callamard se ha dedicado a lo largo de su carrera a defender los derechos humanos y las causas humanitarias. Combina su trabajo como relatora con otro como directora de la iniciativa de Libertad de Expresión Global de la Universidad de Columbia y, previamente, pasó nueve años como Directora Ejecutiva de ARTICLE 19, una organización internacional humanitaria que promueve la libertad de expresión a nivel mundial.
Anteriormente, Callamard fundó la Humanitarian Accountability Partnership (actualmente la Core Humanitarian Standard Alliance), un organismo internacional que trabajaba para mejorar la rendición de cuentas de las personas que se vieron afectadas por desastres y otras crisis; ha trabajado para Amnistía Internacional en diversos cargos y ha asesorado a organizaciones multilaterales y gubernamentales de todo el mundo sobre derechos humanos.
Pese a esa dilatada carrera, aún hay cosas que le sorprenden. Por ejemplo, asegura que el caso Khashoggi fue particularmente escandaloso, no solo por los horribles detalles analizados en la investigación sobre el asesinato, que ella dirigió sino también por “los intentos de los Gobiernos de todo el mundo de continuar como si nada”.
«Me sorprendió la reunión del G-20 en Osaka, Japón, cuando el presidente de los Estados Unidos abrazó literalmente al Príncipe Heredero de Arabia Saudita, pocos días después de publicarse el resultado de mi informe, que plantea dudas extremadamente serias con respecto a su responsabilidad» en el caso, dijo. «Fue tan inoportuno que el presidente de los Estados Unidos se esforzara por demostrar su afecto hacia el Príncipe Heredero, como lo fue ver el silencio de todos los presentes en la sala durante la reunión del G-20».
«Una cosa es no actuar y otra diferente es permanecer en silencio. Y no podemos permitirnos que los Gobiernos que respetan los derechos humanos permanezcan en silencio ante la manipulación y politización de las reuniones, o cuando se enfrentan a ellas, cuando son testigos del atropello de la defensa de los derechos humanos».
Devoción por los derechos humanos desde la infancia
La devoción de Callamard por los derechos humanos está muy consolidada y sus raíces se remontan a su infancia: «No podría concebir mi vida y mi trabajo sin el compromiso con la justicia social y la protección de los derechos humanos. Así es como me criaron cuando era niña. Cada año homenajeaba a mi abuelo, que se unió a la resistencia francesa y fue asesinado por los nazis, y a otras personas que fueron asesinadas el mismo día».
“Me educaron en el compromiso hacia aquellos que luchan por sus valores, con los países que luchan por la justicia y por el prójimo. Fue casi como seguir un trayecto natural el hecho de realizar el trabajo que he desempeñado durante los últimos 20 años (…) Convertirme en relatora especial es una manera de descubrir cómo sacar el máximo partido de lo que he aprendido y contribuir a la protección de los derechos humanos en todo el mundo».
Debido a su condición de relatora, desde la cual desafía a los Gobiernos y jefes de Estado, Callamard ha sido objeto de críticas y ataques frecuentemente. En 2017, por ejemplo, el presidente filipino Rodrigo Duterte la insultó y amenazó físicamente, en respuesta a sus declaraciones sobre la campaña que el mandatario emprendió en el país asiático de «guerra contra las drogas» y que ha causado miles de muertes.
Callamard dijo no estar preocupada por estos ataques, citando la seguridad que proporcionan los resultados derivados del hecho de que muchas de las declaraciones publicadas por los relatores especiales son conjuntas.
«Nos sentimos más fortalecidos en nuestras decisiones porque los resultados juegan un papel importante. Eso no impide que los trols de los medios sociales, o los Gobiernos, nos critiquen, a veces en términos realmente inapropiados. Pero eso no es nada en comparación con las amenazas que sufren las personas para las que trabajamos».
Una discapacidad no significa tener menos derechos humanos
Catalina Devandas es la relatora sobre los derechos de las personas con discapacidad. También es abogada, madre de tres niñas, costarricense y tiene una discapacidad: “mi identidad se va modificando según van pasando las experiencias de mi vida”.
Esta experta independiente se niega a ser definida o a que lo sean las personas con discapacidad solo desde el prisma de esa condición.
“Tenemos esta tendencia de separar a las personas por identidades y eso no funciona para nada, porque ninguno de nosotros es pulcramente una sola cosa”, asegura convencida del mandato que tiene de luchar por garantizar a las personas con discapacidad el pleno disfrute de sus derechos y libertades, sin discriminación alguna.
Así lo explica cuando en su última entrevista habla de la intersección entre vejez y discapacidad: “Una de mis preocupaciones es que se nos olvida que cuando hablamos de derechos humanos estamos hablando de derechos que se tienen que disfrutar en igualdad de condiciones con las demás personas. ¿Qué quiere decir esto? No se trata de hacer una política especial para las personas mayores, y decir bueno están protegidas, tienen una cobertura y una pensión. No; se trata de decir cómo las demás personas disfrutan de sus derechos en este país, en este territorio, y cómo las disfrutan las personas mayores con discapacidad. Y, después, examinar cómo logramos que tengan una experiencia igual, porque si no hablamos de un estándar inferior para las personas mayores o para las personas con discapacidad”.
Devandas, que sufre de espina bífida, también tiene una extensa carrera como especialista en los derechos humanos y la inclusión, en el Banco Mundial, el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, y organizaciones internacionales de donantes que trabajan por la aplicación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con discapacidad.
Como ha indicado a la Asamblea General, tener una discapacidad no significa estar enfermo, tampoco que se puede segregar a una persona por esa razón o que tenga una merma en sus derechos.
“Todavía se piensa socialmente que la vida de esa persona tiene menos valor y ahí es donde debemos trazar una frontera radical y decir no. Y creo que eso es lo maravilloso de los derechos humanos. Es decir, aquí somos todas las personas y tenemos que lograr se nos reconozcan los derechos por igual y que una vida no vale menos que otra”.
Y, al mismo tiempo que defiende la igualdad en el goce de los derechos humanos, no oculta la diferencia en la vida, porque para ella el cambio fundamental pasa por “celebrar la diversidad humana, en lugar de sentirnos incómodos con esa diversidad”.
“La diversidad enriquece. Es normal. Las personas con discapacidad somos una parte normal de la diversidad. Se trata de que valoremos positivamente la diferencia. Que no tratemos de corregirla, que no tratemos de esconderla, que no tratemos de curarla, sino de decir es absolutamente normal. Siempre va a haber un porcentaje de personas con discapacidad. Se estima que es un 15%. Simplemente, tenemos niveles diferentes de funcionamiento”.
Sobrevivir a la esclavitud y la perseverancia del alma humana
Otra cuestión relativa a los derechos humanos que ha persistido durante siglos es la esclavitud; un flagelo que todavía no está tipificado como delito en más de la mitad de los países del mundo y que afecta a unos 40 millones de personas, una cuarta parte de ellas niños.
La relatora especial sobre las formas contemporáneas de la esclavitud, Urmila Bhoola, promueve los derechos humanos y erradicar el trabajo y el matrimonio infantil, el trabajo forzoso y otras formas contemporáneas de esclavitud.
Bhoola ha trabajado aproximadamente veinte años como abogada especializada en derecho laboral y derechos humanos en Sudáfrica, y ha recibido numerosos premios por su labor.
La experta señala que para ella es importante apoyar los derechos de los trabajadores y poner fin a su explotación. Su rol le permite ayudar a algunas de las personas más vulnerables del mundo.
«Mi mandato también se centra en el problema específico de la esclavitud de las mujeres y niños, de modo que representa una oportunidad en la que puedo contribuir en mayor medida a los derechos de los trabajadores y cumplir con mi compromiso de acabar con las formas más extremas de explotación que hay en el mundo hoy en día».
Como relatora especial, tiene la oportunidad de colaborar con Gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, supervivientes y víctimas de varios países y formular recomendaciones. Además, ha conocido de primera mano el catastrófico impacto de la esclavitud contemporánea.
«Me impactó profundamente fue conocer a algunas de las mujeres de una aldea en Níger durante mi primera misión. Conocí a una superviviente que demandó a su Gobierno ante el Tribunal de Justicia de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) porque su amo la vendió como esclava. Consiguió cobrar una indemnización, pero también recuperó su dignidad porque el tribunal falló a su favor».
Tuvo “el placer de conocerla” y también a varias mujeres que lograron escaparse de la esclavitud al verse obligadas a convertirse en quintas esposas, una situación que se produce cuando un amo y sus cuatro esposas, emplean a alguien, normalmente una niña, para que trabaje como esclava en el hogar.
«Algunas contaban historias terribles: a una de ellas su amo le arrancó un ojo porque se negaba a cumplir con sus exigencias. Me impresionó realmente su fortaleza y dignidad, a pesar de las experiencias que habían padecido”.
«Siento que todas las personas a las que he conocido, todos los supervivientes y víctimas, me contaron historias de una gran dignidad, y esto habla mucho en favor de la perseverancia del alma humana«.
Luchar contra la violencia y la discriminación de la comunidad LGBT
Uno de los últimos en incorporarse a esta importante labor de la defensa de los derechos humanos ha sido el experto independiente sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género, Victor Madrigal-Borloz.
Costarricense, al igual que Catalina Devandas, Madrigal-Borloz es un jurista que ha sido Secretario General del Consejo Internacional para la Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura, una red de 150 centros que aboga por las personas que han sufrido mal trato.
Madrigal denuncia que la violencia y la discriminación contra las minorías de la diversidad sexual y de género “siguen manifestándose en todas las esquinas del mundo”, y que su criminalización sigue vigente en 69 Estados.
Y ello pese a que “la diversidad sexual y de género ha existido en toda cultura y en todos los confines del mundo”, declara poniendo en evidencia a quienes niegan la existencia de gais, lesbianas, bisexuales, trans y otras minorías en sus Estados argumentando que la diversidad es “una agenda occidental o del norte global”.
Su trabajo le ha permitido construir toda una teoría acerca de las causas en la raíz de la violencia y la discriminación contra las identidades sexuales y de género, que en sí misma supone un desafío a quienes la cometen.
“Nuestros mundos están construidos de una manera importante sobre la base de una concepción binaria de la sociedad, que otorga ciertas consecuencias inmediatas a configuraciones genitales. Si uno nace con pene y testículos o si uno nace con vagina, existen ciertos roles sociales que son automáticamente atribuidos”, explica.
Algunas de esas cuestiones pueden parecer muy básicas, como la atribución colores el rosa para las niñas, el celeste para los niños: “Asuntos que no tienen asidero en una lógica objetiva”, pero que “llevan a una serie de consecuencias y conclusiones que, aumentadas y acumuladas”, marcan los papeles y el lugar que cada uno debe desempeñar en la familia, en el hogar o en los estratos laborales.
De esa forma, la diversidad sexual y de género cuestionan el orden establecido..
“Mi teoría es que, en la base de la violencia y discriminación que pretenden silenciar, invisibilizar y eliminar la diversidad sexual, existe una defensa de estos órdenes primarios de la sociedad, en la misma forma que la lucha que enfrentan quienes trabajan en la erradicación de la violencia contra la mujer, porque también en la base de esta violencia existe una defensa de estos órdenes”, sostiene.
Ese intento de mantener las relaciones de poder y el orden establecido se manifiesta a través de ciertos mecanismos, “como la idea de que la existencia diversa es de alguna manera pecaminosa, a través de la religión, y la noción de que estas minorías son de alguna manera enfermizas, a través de la medicina”.
*Los Relatores Especiales forman parte de los ‘Procedimientos Especiales’, el mayor órgano de expertos independientes en el sistema de la ONU para los Derechos Humanos, que reúne a los mecanismos de investigación y monitoreo establecidos por el Consejo de Derechos Humanos para hacer frente a situaciones concretas en países o a cuestiones temáticas en todo el mundo. Los expertos de los Procedimientos Especiales trabajan de manera voluntaria; no son personal de la ONU y no perciben un salario por su trabajo. Son independientes de cualquier gobierno u organización y actúan a título individual.
Fuente: Noticias ONU
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