3 de mayo de 2019 – “Cuando era niña, me alisaba el pelo todos los días”, cuenta Azeneth Báez, evocando sus años de infancia en Arica, en el norte de Chile. “En esa época no teníamos esos alisadores modernos de ahora, así que yo usaba una vieja plancha de ropa. Hacía cualquier cosa para evitar que los otros niños me molestaran”.
Pero por más que Azeneth lo alisaba, su cabello siempre se volvía a rizar. Lo mismo ocurrió con su identidad afrodescendiente: nada logró impedir que floreciera.
Como Azeneth Báez, otras personas y familias del Valle de Azapa guardaban en secreto sus ceremonias, historias y tradiciones de características únicas. Como afrodescendientes, les unía el hilo invisible de su origen común.
“Empezamos a buscarnos y organizarnos como un movimiento para exigir nuestros derechos”, explica Cristian Báez, quien junto a Azeneth, lidera la ONG Lumbanga.
El movimiento enfrentó cuestionamientos y mucho escepticismo. Pero a pesar de todo, estaban decididos a llevar su resistencia cultural al siguiente nivel.
Pasar del desprecio al activismo
Lumbanga y Oro Negro son las organizaciones de afrodescendientes más destacadas en el país. Ambas han trabajado en conjunto para promover los derechos de las personas y grupos afrochilenos.
Pero antes, tuvieron que hacerse visibles.
Cuando era niño, en la escuela, al parlamentario ariqueño Luis Rocafull le enseñaron que no había afrochilenos. “Honrábamos a nuestros héroes nacionales de origen europeo, mientras ignorábamos el rol y las contribuciones que realizaron las comunidades indígenas y afrodescendientes a nuestra historia”, recuerda. “Hace siglos, muchas personas fueron traídas desde África a esta tierra, contra su voluntad, y resultaron cruciales para la construcción de lo que hoy somos como región”.
Los activistas guardan en su memoria innumerables viajes a la capital, Santiago –distante a unos 2 mil kilómetros de Arica-, así como reuniones con autoridades, manifestaciones en la calle y negociaciones fallidas. “Algunos nos decían que no existíamos, otros nos trataban como extranjeros. Les costaba vernos como compatriotas”, recuerda Marta Salgado, líder histórica de Oro Negro.
Rocafull fue testigo de la lucha de las comunidades y decidió apoyarla, presentando un proyecto de ley para otorgar reconocimiento a los afrochilenos como un pueblo tribal, honrando su cultura y tradiciones. Tras un largo recorrido en el Congreso Nacional, la ley fue promulgada el 16 de abril de 2019.
“Celebramos la adopción de esta ley, que a su vez reconoce la labor de las y los defensores afrochilenos para hacerla realidad”, señala Birgit Gerstenberg, representante para América del Sur de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU. Gerstenberg cree que este avance es de especial relevancia en el marco del Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024), que promueve la adopción de medidas concretas para apoyar a este grupo de la población, que suele enfrentar formas múltiples, agravadas o interrelacionadas de discriminación.
“Esta ley es un hito a nivel de reconocimiento -uno de los pilares del Decenio-, y sienta las bases para avanzar en justicia y desarrollo para todas las personas afrodescendientes en Chile”, añade Gerstenberg. “Esperamos que otros países de la región también avancen en esa línea”.
Como defensores de derechos humanos, Marta, Cristian y Azeneth concuerdan en el rol clave que la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en América del Sur tuvo en este proceso. “La Oficina ha sido un aliado estratégico en el marco del Decenio, en nuestros esfuerzos para lograr que las autoridades comprendan y cumplan con sus obligaciones internacionales en materia de no discriminación”, destaca Cristian.
Preocupados por el contexto global, estos activistas subrayan que los derechos humanos son cruciales para toda la sociedad. “Este avance no solo beneficia a los afrochilenos, sino que es otra contribución de nuestro pueblo a este Chile multicultural. Y como afrochilenos, tenemos un rol especial en luchar contra cualquier forma de discriminación contra hermanos y hermanas afrodescendientes que vienen de otros países en busca de un mejor futuro”, añade.
En este momento feliz, los tres líderes afrochilenos piensan en sus ancestros. Sienten que heredaron de ellos su orgullo, fuerza y persistencia. “Sé que estarían muy contentos por este logro, y de que nunca nos rendimos”, reflexiona Marta.
“Hace tiempo dejé de alisarme el cabello”, añade Azeneth, mientras sonríe. “Mi pelo me recuerda el pueblo orgulloso del que provengo, y ahora pienso que mientras más rizado lo tengo, mejor”.
FIN
Fuente: ACNUDH